Bob Dylan: «Todo pertenece a todos»

por · Febrero de 2015

Conocido por hablar poco en sus conciertos, Dylan, de 73 años, abrió la boca por casi cuarenta minutos en Los Ángeles: de las raíces de sus canciones a los músicos que lo inspiraron.

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Conocido por hablar poco en sus conciertos, Dylan, de 73 años, abrió la boca por casi cuarenta minutos en Los Ángeles, donde fue homenajeado como Persona del Año por MusiCares, una organización que ayuda a músicos necesitados. Allí se refirió a las raíces de sus canciones, a los músicos que lo inspiraron y a las piedras que encontró en un camino de más de cuarenta discos. ¿Por cuántos caminos debe caminar un hombre? Aquí parece haber una respuesta. Una traducción de Cristóbal Bley.

Estoy contento de que mis canciones sean honradas de esta manera, pero ya saben, no llegaron aquí por sí mismas. Ha sido un largo camino y ha costado mucho hacerlo. Mis canciones son como cuentos de misterio, de esos que vio Shakespeare al crecer —creo que así de lejos se podría rastrear lo que hago—. Estaban en los márgenes entonces, y creo que están en los márgenes ahora. Y suenan como si hubieran estado en tierra dura.

Debo mencionar a algunas personas que son culpables de esto. Sé que debo mencionar a John Hammond, gran cazatalentos de Columbia Records. Él me contrató en ese sello cuando yo no era nadie. Hacer eso requirió un montón de fe, y a él le costó un montón de burlas, pero estaba determinado y fue muy corajudo. Y por eso estoy eternamente agradecido. La última persona que descubrió antes de mí fue a Aretha Franklin, y antes de eso a Count Basie, Billie Holiday y un montón de otros artistas. Todos artistas no comerciales.

Las tendencias no le interesaban a John y yo era muy no-comercial, pero él se mantuvo a mi lado. Creyó en mi talento y eso era todo lo que importaba. No puedo agradecerle lo suficiente por eso.

Lou Levy manejaba Leeds Music, los que publicaron mis primeras canciones, aunque no estuve ahí mucho tiempo. Levy me contrató en ese sello y grabó mis canciones, las que canté en una grabadora. Me dijo abiertamente que no habían precedentes para lo que estaba haciendo, que estaba o adelantado a mi tiempo o detrás de él. Y que si le traía una canción como “Stardust”, él la rechazaría porque ya sería muy tarde para eso.

Me dijo que si estaba adelantado a mi tiempo —algo de lo que él no estaba para nada seguro—, que si algo así era verdad, al público le tomaría unos tres a cinco años para alcanzarme. Así que prepárate. Y así ocurrió. El problema fue que cuando el público me alcanzó yo estaba de nuevo entre tres a cinco años delante de ellos, lo que complicó bastante las cosas. Pero él fue muy alentador, nunca me juzgó y siempre lo voy a recordar por eso.

Artie Mogull de Witmark Music fue quien me contrató después, y me dijo que solo siguiera escribiendo canciones, sin preocuparme de nada más, que así podría llegar a algo. Él también se mantuvo detrás de mí, y siempre estaba ansioso por ver qué le traía de nuevo. Nunca pensé en mí como un compositor antes de eso, y siempre estaré agradecido de él por esa actitud.

También tengo que mencionar a algunos artistas que grabaron mis canciones muy, muy pronto, sin siquiera tener que pedírselo. Solo reconocieron algo en ellas que les hizo sentir bien. Tengo que darle gracias a Peter, Paul and Mary, a quienes conocí por separado antes de que formaran un grupo. Nunca me pensé como un escritor de canciones para otros, pero empezó a suceder y no pudo haber pasado con un mejor grupo.

Tomaron una canción que ya había sido grabada e incluida en uno de mis discos, “Blowin’ In The Wind”, y la transformaron en un hit. No de la manera en que yo lo hubiera hecho —ellos la enderezaron—, pero desde entonces cientos de personas la han grabado y no creo que eso hubiera sucedido sin ellos. Definitivamente comenzaron algo para mí.

The Byrds, the Turtles y Sonny & Cher, todos ellos convirtieron canciones mías en hits del Top 10. Pero yo no era un compositor de pop y tampoco quería serlo, aunque también era bueno que eso sucediera. Sus versiones eran como de comerciales, pero eso no me importaba: 50 años después, mis canciones fueron usadas en comerciales. Eso estuvo bien también. Estaba contento de que pasara, y estaba contento de que ellos lo hicieran.

Pervis Staples and the Staple Singer eran uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos. Los conocí a todos el ‘62 o ‘63. Escucharon mis canciones en vivo y Pervis quería grabar tres o cuatro de ellas y lo hizo con los Staples Singers. Eran la clase de artistas que yo quería que grabaran mis canciones.

Nina Simone. A veces nos cruzabamos en Nueva York, en un local del Village Gate. Esos eran los artistas que yo admiraba. Ella grabó una de mis canciones. Era una artista, una pianista y una cantante abrumadora. Una mujer muy fuerte, muy sincera. Que grabara mis canciones validaba todo lo que estaba haciendo.

Oh, y no puedo olvidar a Jimi Hendrix. Vi a Jimi Hendrix tocar cuando estaba en una banda llamada Jimmy James and the Blue Flames, o algo así, donde Jimi ni siquiera cantaba. Solo era el guitarrista. Él tomó algunas pequeñas canciones mías a las que nadie les prestaba atención y las elevó más allá de la estratósfera: las transformó a todas en clásicos. Tengo que agradecerle a Jimi, también. Ojalá estuviera aquí.

Johnny Cash grabó algunas de mis primeras canciones también, en el ‘63, cuando él era solo piel y huesos. Viajó largo, viajó duro, pero era un héroe para mí. Escuché muchas de sus canciones al crecer, las conocía mejor de lo que me conocía a mí mismo. “Big River”. “I Walk the Line”.

“How high’s the water, Mama?”. Escribí “It’s Alright Ma (I’m Only Bleeding)” con esa canción resonando en mi cabeza. Todavía pregunto: ¿Qué tan alta está el agua, mamá? Johnny era un personaje intenso. Y vio que la gente estaba en contra de que yo tocara con instrumentos eléctricos, y le escribió cartas a revistas regañándolos, diciéndoles que se callaran y que me dejaran cantar.

En el mundo de Johnny Cash —el duro drama del sur— ese tipo de cosas no existían. Nadie le decía a nadie qué cantar o qué no cantar. Siempre le voy a agradecer por eso. Johnny Cash fue un gigante, el hombre de negro. Y siempre apreciaré la amistad que tuvimos hasta el día en que no hubo más días.

Oh, y sería un ingrato sino menciono a Joan Baez. Era la reina del folk, entonces y ahora. Le agarró un gusto a mis canciones y me llevó con ella a hacer conciertos donde públicos de miles de personas se cautivaban con su belleza y su voz.

La gente decía, «¿qué haces con esa pequeña y harapienta maleza huérfana?». Y ella les decía a todos, en términos que no eran inequívocos, «ahora mejor se callan y se ponen a escuchar las canciones». Incluso tocamos juntos algunas. Joan Baez es tenaz de nacimiento. Amor… Y es libre, un espíritu independiente. Nadie puede decirle lo que tiene que hacer si ella no quiere hacerlo. Aprendí mucho de ella. Una mujer con una honestidad devastadora. Y por su amor y devoción siempre estaré en deuda.

Estas canciones no salieron de la nada. No me las saqué de un sombrero. Al contrario de lo que decía Lou Levy, tenían un precedente. Venían de la música tradicional: folk tradicional, rock ‘n’ roll tradicional y swing orquestado tradicional.

Aprendí de letras y de cómo escribirlas escuchando canciones folk. Y las toqué, y conocí a otros que también las tocaban cuando nadie más lo hacía. Canté nada más que esas canciones folk, y me dieron un código: todo pertenece a todos.

Por tres o cuatro años lo único que escuché fueron clásicos del folk. Me dormía cantando folk. Cantaba en cualquier parte, en clubes, fiestas, bares, cafés, campos, festivales. Y conocí a otros cantantes en el camino que hacían lo mismo y aprendimos canciones el uno del otro. Podía aprenderme una canción y cantarla en una hora habiéndola escuchado solo una vez.

Si cantaste “John Henry” tantas veces como yo lo hice —«John Henry era un acerero / Murió con un martillo en su mano / John Henry dijo que un hombre no es nada más que un hombre / Antes de rendirme ante ese taladro a vapor / Moriré con mi martillo en la mano».

Si tú hubieras cantado esa canción tantas veces como yo lo hice, también habrías escrito «¿Por cuántos caminos debe un hombre caminar? (How many roads must a man walk down?)».

Big Bill Broonzy tenía una canción llamada “Key to the Highway”. «Tengo la llave de la carretera / Estoy anotado y destinado a partir / Me iré de aquí corriendo porque caminar podría ser muy lento». La cantaba un montón. Si la cantas un montón, podrías escribir,

A Georgia Sam le sangraba la nariz
Bienestar no le daba ni un gramo de maíz
Le preguntó al pobre Howard dónde puedo ir
Howard le dijo conozco solo un lugar para ti
Sam le dijo: dime rápido estoy apurado
Howard con su pistola apuntó hacia un lado
Y le dijo para allá por la 61 hacia abajo (“Highway 61 Revisited”, 1965)

Habrías escrito eso si hubieses cantado “Key to the Highway” tanto como yo.

«Enrolla el algodón, oh sí, enrolla el algodón / Diez dólares al día para el hombre blanco / Un dólar al día para el hombre negro / Enrolla el algodón». Si cantaras esa canción tanto como yo lo hice, también habrías escrito: «No voy a trabajar en la granja de Maggie nunca más (I ain’t gonna work on Maggie’s farm no more)».

Canté un montón de canciones «vengan todos». Hay muchas de ellas, más de las que se pueden contar. «Vengan niños y escuchen mi historia / Les contaré de mi problema en el viejo Chisholm Trail». O «Vengan todos ustedes gente buena, escuchen lo que les diré / el destino de Floyd Collins un muchacho que conocemos bien / El destino de Floyd Collins, un muchacho que conocemos bien».

«Vengan aquí tiernas señoritas / Tomen nota de cómo atienden a sus hombres / Son como una estrella en una noche de verano / Primero aparecen y luego se van otra vez». «A ver si se juntan / Que una historia les contaré / Sobre el Encachado Floyd, un forajido / Que Oklahoma conoció muy bien».

Si has cantado todo el tiempo estas canciones «vengan todos», habrías estado escribiendo: «Vengan todos donde quiera que estén, y admitan que las aguas han crecido a su alrededor / Acepten que pronto estarán mojados hasta los huesos / Si creen que su tiempo vale la pena ser salvado / Entonces mejor empiecen a nadar o se hundirán como piedras / Porque los tiempos están cambiando (Come gather ’round people where ever you roam, admit that the waters around you have grown / Accept that soon you’ll be drenched to the bone / If your time to you is worth saving / And you better start swimming or you’ll sink like a stone / The times they are a-changing)».

Lo habrías escrito también. No hay nada secreto en ella. Solo lo haces subliminal e inconscientemente, porque eso es todo lo que hace falta, y eso es todo lo que cantaba. Todo a lo que alguna vez quise. Eran las únicas canciones que me hacían sentido.

«Cuando bajes a Deep Ellum mantén en tus calcetines tu dinero / Las mujeres en Deep Ellum te tirarán por el despeñadero». Canta esa canción por un tiempo y seguramente saldrás con: «Cuando estás perdido bajo la lluvia en Juárez y es Semana Santa / Y te falla la gravedad y la negatividad no te salva / No te hiperventiles / Cuando camines por la Rue Morgue / Hay algunas mujeres hambrientas ahí / Que realmente te destrozan».

Todas estas canciones están conectadas. No se engañen. Solo abrí una puerta distinta de una forma diferente. Es decir, lo mismo pero de una manera diferente. Nunca pensé que fueran algo extraordinario.

Ya saben, pensaba que estaba haciendo algo natural, pero ya desde el comienzo y por alguna razón mis canciones causaron divisiones. Dividieron a la gente. Nunca supe por qué. Algunos se enojaron, otros las amaron. No sé por qué mis canciones tuvieron detractores y simpatizantes. Un ambiente extraño para lanzar tus canciones, pero lo hice igual.

Lo último que pensé fue a quién le importaba la canción que estaba escribiendo. Yo solo las escribía. No pensé que estuviera haciendo nada diferente. Pensé que solo expandía un poco los límites. Quizá de una manera revoltosa, pero solo elaboraba algunas situaciones. Quizá difíciles de definir, ¿pero qué tanto? Mucha gente es difícil de definir, hay que soportarlo. Nunca me importó lo que Lieber y Stoller pensaran de mis canciones.

No les gustaron, pero a Doc Pomus sí. Estaba bien que no les gustaran, porque nunca me gustaron sus canciones tampoco. Canciones novedosas que no decían nada serio. Las canciones de Doc eran mejores, como “This Magic Moment” o “Lonely Avenue”.

Esas canciones rompieron mi corazón. Prefería tener sus bendiciones que las de ellos.

Ahmet Ertegun no pensó mucho sobre mis canciones, pero Sam Phillips sí. Ahmet fundó Atlantic Records, y produjo grandes discos: Ray Charles, Ray Brown, por nombrar algunos.

Había grandes discos ahí, no hay ninguna duda, pero Sam Phillips grabó a Elvis y Jerry Lee, Carl Perkins y Johnny Cash. Ojos radicales que sacudieron la esencia misma de la humanidad. Revolución en estilo y alcance. Forma y color duro. Radicales al hueso. Canciones que te cortan hasta el hueso. Renegados en cualquier rango, haciendo canciones que nunca decayeron, y que todavía hoy resuenan. Oh, sí, preferiría siempre las bendiciones de Sam Phillips.

Oh, sí. Los críticos me dieron duro desde el día uno. Los críticos dicen que no puedo cantar. Que croo y sueno como una rana. ¿Por qué los críticos no dicen lo mismo sobre Tom Waits? Los críticos dicen que mi voz es plana. Que no tengo voz. ¿Por qué no dicen esas cosas de Leonard Cohen? ¿Por qué recibo un tratamiento especial? Los críticos dicen que no puedo sostener un tono y que hablo en las canciones. ¿En serio? Nunca escuché que dijeran eso de Lou Reed. ¿Por qué él sale impune?

¿Qué he hecho para merecer esta atención especial? ¿No tener rango vocal? ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste a Dr. John? ¿Por qué no dices eso de él? Que balbuceo mis palabras, que no tengo dicción. ¿Alguna vez escucharon a Charley Patton o a Robert Johnson o Muddy Waters? Háblenles de balbucear palabras y carecer de dicción.

«¿Por qué yo, Señor?», me decía a mí mismo.

Los críticos dicen que mutilo mis melodías, que hago mis canciones irreconocibles. ¿Oh, en serio? Déjenme decirles algo. Estuve en una pelea de box hace unos años viendo a Floyd Mayweather contra un portorriqueño. Y sonó el himno de Puerto Rico y alguien lo cantó y fue bellísimo. Fue muy emotivo.

Después de eso llegó el momento de nuestro himno nacional. Y una cantante de soul muy popular fue escogida para entonar. Cantó cada nota —las existentes y las inexistentes. Hablen de mutilar melodías. ¿Tomas un monosílabo y lo haces durar 15 minutos? Ella estaba haciendo gimnasia vocal como si estuviera en el trapecio. Pero para mí no fue gracioso.

¿Dónde estaban las críticas? ¿Mutilando letras? ¿Mutilando una melodía? ¿Mutilando una canción sagrada? No, la culpa es mía. Pero yo no pienso que haga eso, solo pienso que los críticos dicen que lo hago.

Esto decía Sam Cooke cuando le celebraban que tenía una bella voz: «Eso es muy amable de tu parte, pero las voces no deberían ser medidas según su belleza. Ellas solo valen si te convencen de estar diciendo la verdad».

Los tiempos siempre cambian. En serio. Y siempre tienes que estar preparado para algo que viene y que nunca esperaste. Hace unos días estaba en Nashville, grabando unos discos, y leí un artículo, una entrevista a Tom T. Hall. Aparecía puteando alguna nueva canción, y él no podía entender de qué se trataban este nuevo tipo de música.

Ahora, Tom fue uno de los más prominentes compositores de su época en Nashville. Mucha gente grababa sus canciones y él mismo también lo hacía. Pero estaba escandalizado con James Taylor, y una canción de él llamada “Country Road”. Tom se indignaba en esta entrevista. «Pero James no dice nada sobre un camino rural (country road). Solo dice cómo te puedes sentir en un camino rural. No entiendo eso».

Ahora, algunos podrán decir que Tom es un gran compositor. No voy a dudar de eso. Al momento en que hacía esta entrevista, de hecho, yo estaba escuchando una canción suya en la radio.

Se llama “I Love”. La estaba escuchando en el estudio de grabación, y él hablaba de las cosas que amaba, el tipo de canción para cualquier hombre, intentando conectar con la gente. Tratando de hacerte pensar que él es tal como tú y de que tú eres tal como él. Todos amamos las mismas cosas, y estamos en esto juntos. Tom ama a los patitos, a los trenes y a la lluvia. Ama las viejas camionetas y los pequeños arroyos de campo. Dormir sin soñar. Vino en una copa. Café en una taza. Tomates en sus racimos y cebollas.

Ahora escuchen, nunca voy a menospreciar a otro compositor. No voy a hacerlo. No estoy diciendo que sea una mala canción. Solo digo que quizá esté un poco sobrecocida. Pero ya saben, estuvo en el top 10 igual. Tom y otros pocos compositores tenían a toda la escena de Nashville guardada en un bolsillo. Si querías grabar una canción y tenerla en el top 10 tenías que ir con ellos, y Tom era uno de los mejores. Todos estaban muy cómodos haciendo lo que hacían.

Esta fue la época cuando Willie Nelson agarró sus cosas y se fue a Texas. Todavía está en Texas. Todo era muy ordenado en Nashville, todo estaba bien hasta que Kris Kristofferson llegó a la ciudad. Oh, ellos no habían visto a nadie como él. Llegó como un gato montés, volando su helicóptero en el patio de Johnny Cash como cualquier compositor. Y fue directo al cuello con “Sunday Mornin’ Comin’ Down”.

Me desperté el domingo en la mañana
Incapaz de levantar mi cabeza sin que me doliera
Y la cerveza al desayuno no estuvo tan mal
Así que tomé otra más de postre
Después hurguetee en mi closet
Encontré la más limpia de mis sucias camisas
Después me lavé la cara y me peiné el pelo
Y tropecé por las escaleras para empezar el día.

Se puede decir que hubo un Nashville pre-Kris y otro post-Kris, porque él cambió todo. Esa pura canción arruinó las fiestas de poker de Tom T. Hall. Lo debe haber mandado al manicomio: Dios olvidó haber escuchado alguna de mis canciones.

Entraste en el lugar
Con el lápiz en la mano
Ves a alguien sin ropa
Dices, “¿Quién es él?”
Lo intentas
Pero no entiendes
Qué es lo que vas a decir
Cuando vuelvas a casa
Sabes que algo está pasando aquí
Pero no sabes lo que es
¿O sí, Mister Jones? (“Ballad of a Thin Man”, 1965)

Si “Sunday Morning Coming Down” le movió la jaula a Tom, mi canción seguramente le habría volado la cabeza. Espero que no la haya escuchado.

Rock ‘n’ roll tradicional, de eso estamos hablando. Todo se trata del ritmo. Johnny Cash lo dijo mejor: “Consigue el ritmo. Consigue el ritmo cuando tocas el blues”. Muy pocas bandas actuales de rock ‘n’ roll tocan con ritmo. No saben lo que es. El rock ‘n’ roll es una combinación de blues, y es cosa una extraña hecha de dos partes. Mucha gente no lo sabe, pero el blues, que es una música norteamericana, no es lo que crees que es. Es una combinación de violines árabes y valses de Strauss. En serio.

Y la otra mitad del rock ‘n’ roll tiene que ser el hillbilly. Y ese es un término despectivo, aunque no debería serlo. Es un término que incluye a los Delmore Bros., a los Stanley Bros., a Roscoe Holcomb, a Clarence Ashley, a grupos como esos. Destiladores enloquecidos. Autos rápidos por caminos sucios. Ese es el tipo de combinación que hace al rock ‘n’ roll, y puede ser cocinado en un laboratorio científico o en un estudio.

Tienes que tener el ritmo correcto para tocar este tipo de música. Si difícilmente puedes tocar el blues, ¿cómo integras los otros tipos de música? Puedes engañarte, pero nunca conseguirás hacerlo realmente.

Los críticos han hecho carrera acusándome de hacer una carrera confundiendo expectativas. ¿En serio? Porque eso es todo lo que hago. Así es como lo pienso. Confundir expectativas.

«Y tú, ¿a qué te dedicas?»
«Oh, yo confundo expectativas, man».

Vas a una entrevista de trabajo, el tipo te dice, «¿Qué es lo que haces?». «Oh, yo confundo expectativas». «Bueno, ya tenemos lleno ese cupo. Llámanos pronto. O mejor no nos llames, nosotros lo haremos». Confundiendo expectativas. ¿Qué significa eso? «¿Por qué yo, Señor? Los confundo, pero no sé cómo hacerlo».

Los Blackwood Bros. me han estado diciendo que hagamos un disco juntos. Eso podría confundir las expectativas, pero no lo creo. Por supuesto, sería un álbum de gospel. No creo que sea nada extraordinario para mí, ni un poco. Una de las canciones que estoy pensando cantar es “Stand By Me”, de los Blackwood Brothers. No la canción pop “Stand By Me”. No. La real “Stand By Me”.

La real dice así:

Cuando la tormenta de la vida azota / Quédate junto a mí / Cuando la tormenta de la vida azota / Quédate junto a mí / Cuando el mundo me sacude / Como a un barco en el mar / Tú que dominas el viento y el agua / Quédate junto a mí.

En medio de las aflicciones / Quédate junto a mí / En medio de las aflicciones / Quédate junto a mí / Cuando los huéspedes del infierno asalten / Y mi fuerza comience a decaer / Tú que nunca perdiste una batalla / Quédate junto a mí.

En medio de errores y fracasos / Quédate junto a mí / En medio de errores y fracasos / Quédate junto a mí / Cuando lo hago lo mejor que puedo / Pero mis amigos no lo entienden / Tú que conoces todo sobre mí / Quédate junto a mí.

Esa es la canción. Me gusta más que la pop. Si grabara una con ese nombre, sería esa. También estoy pensando en grabar una canción, no en ese álbum, eso sí: se llamaría “Oh Lord, Please Don’t Let Me Be Misunderstood (Oh, Señor, no me dejes ser malinterpretado)”.

¿Por qué yo, Señor? ¿Qué hice?

Pero da lo mismo, estoy muy orgulloso de estar aquí esta noche en MusiCares. Estoy honrado de que estos grandes artistas —Jack White, Bruce Springsteen, Neil Young, entre otros— hayan cantado mis canciones. No hay nada como eso. Grandes artistas. Todos cantan la verdad, se puede escuchar en sus voces.

Estoy muy orgulloso de estar aquí en MusiCares. Pienso un montón en esta organización. Han ayudado a mucha gente, a muchos músicos que han contribuido tanto a nuestra cultura. Quiero agradecerle personalmente por lo que hicieron por un amigo mío, Billy Lee Riley. Un amigo a quien ayudaron por seis años, mientras estuvo mal y sin poder trabajar. Billy fue un hijo del rock ‘n’ roll, obviamente.

Él fue un auténtico, un original. Hizo todo: tocó, cantó, escribió. Pudo haber sido una gran estrella pero justo apareció Jerry Lee. Y ya saben lo que sucede cuando alguien como Jerry Lee aparece. Te deja sin opción.

Así que Billy se transformó en lo que en la industria se conoce despectivamente como un one-hit wonder. Pero a veces, solo a veces, muy esporádicamente, un one-hit wonder puede causar un impacto más poderoso que una estrella con 20 o 30 hits detrás de él. Y el hit de Billy se llamó “Red Hot”, y claro que era red hot. Te podía hacer explotar el cráneo y sentirte feliz por eso. Te cambia la vida.

Él lo hizo con estilo y gracia. No lo vas a encontrar en el Salón de la Fama del Rock. Él no está ahí. Metallica sí. Abba sí. Mamas and the Papas… sé que están ahí. Y Jefferson Airplane, Alice Cooper, Steely Dan. No tengo nada contra ellos. Soft rock, hard rock, pop psicodélico. No tengo nada contra ninguno de esos estilos, pero al final del día, se llama Salón de la Fama del Rock. y Billy Lee Riley no está en él. No todavía.

Lo he visto un par de veces al año y siempre pasamos algún tiempo juntos. Él estaba en un circuito de festivales de nostalgia rockabilly, y nos hemos cruzado de vez en cuando. Para mí, él fue un héroe. Yo tenía 15 ó 16 cuando escuché “Red Hot” y todavía me sigue impresionando.

Nunca me cansé de escucharla. Nunca me cansé de ver actuar a Billy Lee tampoco. Pasamos tiempo hablando y tocando hasta tarde en la noche. Él era un hombre profundo y veraz. No era amargo ni nostálgico, lo aceptaba muy bien. Sabía de dónde venía y estaba contento de ser quien era.

Hasta que un día se enfermó. Y como cantaría mi amigo John Mellencamp, un día te enfermas y nunca más te mejoras. Eso es de una canción de él llamada “Life is Short Even on Its Longest Days (La vida es corta incluso en sus días más largos)”. De hecho, es una de las mejores canciones de los últimos años. Y no miento.

Y no les miento cuando les digo que MusiCares pagó por las cuentas del doctor de mi amigo, y lo ayudaron con sus gastos. Fueron capaces de hacerle la vida un poco más cómoda, tolerable hasta el final. Es algo que no puede ser recompensado. Cualquier organización que haga eso tendrá mis bendiciones.

Ahora me voy a ir de aquí. Voy a poner un huevo en mi zapato y batirlo. Probablemente dejé a mucha gente fuera y dije demasiado sobre otros. Pero eso está bien. Como la canción espiritual, “También estoy cruzando el río Jordán”. Esperemos vernos otra vez. Algún día. Y lo haremos, como dijo Hank Williams, «si así lo quiere Dios y si no crece el arroyo».

Bob Dylan: «Todo pertenece a todos»

Sobre el autor:

PANIKO.cl (@paniko)

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