Cuando Burroughs mató

por · Junio de 2015

Afincado en el DF mexicano, en 1951 el escritor William Burroughs disparó en la cabeza a su esposa Joan Vollmer. Varias décadas después, con motivo de su centenario, el novelista gráfico Bef decidió reunir las pistas que el autor de El almuerzo desnudo ocultó durante su temporada en ese país.

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¿Quién es a fin de cuentas una persona? ¿Lo que dice, lo que oculta o lo que hace? En 1951, afincado en la colonia Roma del DF mexicano, el estadounidense William Burroughs, el ídolo y amigo de Ginsberg y Kerouac, un artista dispuesto a probarlo y hacerlo todo, disparó en la cabeza a su esposa Joan Vollmer.

«Mi esposa había tomado algunas copas. Yo saqué la pistola para mostrarla a mis amigos. La pistola se resbaló y cayó, golpeándose con una mesa y se descargó», dijo Burroughs, entre rejas, a un diario sensacionalista que pensaba que entrevistaba a un chiflado. «Un paranoico es alguien que sabe un poco de lo que está sucediendo», escribió el mismo Burroughs más adelante.

El novelista gráfico y no gráfico Bernardo Fernández, mejor conocido como Bef, decidió reunir las pistas que el autor de Yonqui ocultó durante su temporada en México. Lo que encontró en su investigación, además del evidente choque de culturas y el desinterés de Burroughs, que ni siquiera aprendió a hablar bien el español, fueron los restos de un personaje brillante y la sombra de un hombre sórdido, profundamente corrupto, adicto y violento.

Antes de desplazar el lenguaje de la época y revolucionar la manera de escribir, antes de convertirse en el más peligroso de los beats, Burroughs fue un femicida que logró escapar ileso. O al menos esa es la versión de Uncle Bill, la novela gráfica donde Bef persigue a Burroughs desde el imaginario de un lector —obsesivo, permisivo— que interpone su autobiografía para acercarse al escritor —misterioso, complejo— como una carta de amor a la lectura, pero también como un ajuste de cuentas con el cómic mexicano y la ciudad.

Narrado con múltiples voces y de distintas y alucinantes maneras, Uncle Bill no reproduce a modo de un notario público o de un ventrílocuo lo que Burroughs dice de sí mismo, lo que cierto mito cuenta de él. Al contrario, Bef —el alucinante artista que plasma en blanco y negro todos los colores de la mente, como dijo Juan Villoro— explica y experimenta con el personaje, y su trazo, en apariencia simple, parecido al de Tintín, perfila al autor que años más tarde escapará en la literatura de Yonqui, Queer y su desaforada novela El almuerzo desnudo.

Como una aguja que atraviesa la superficie de la piel, Bef anota que Burroughs penetró la cultura oficial como un personaje incómodo.

Según el mexicano, su relación con el crimen, las drogas, el homicidio de su esposa e incluso la bisexualidad, en un momento donde ser gay era visto como inmoral, transformaron a Burroughs en una piedra en el zapato del establishment culturoso. Algo muy cómodo para el tamaño de su leyenda.

Es que Burroughs llegó a México a los tropiezos. Escapando de la justicia estadounidense en 1949 y de la justicia mexicana tres años después, para luego perderse a sí mismo a través de la escritura. Aunque sería injusto resumir esta tremenda novela gráfica en esos tres hechos.

Escarbando en distintos gabinetes de información, esos tres hitos pueden ser leídos como un triste mapa de rutas, que, como todos, simplifica y se enfrenta a la oscuridad como si fuera una simple caja de fósforos. Lo que Bef hace es encender esos fósforos para que la historia ilumine y el «tío Bill» se transforme en un incendio incontrolable. Ya lo dijo Ginsberg, otro beat que alguna vez fue su pareja: «Kerouac llamaba a Burroughs ‘el hombre más inteligente de Norteamérica’, y ahora, años más tarde, me atrevería a decir que no se equivocaba».

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Uncle Bill. Una novela gráfica sobre la vida de William Burroughs
Bef (Bernardo Fernández)
Catalonia, 2015
264 p. — Ref. $17.000

Cuando Burroughs mató

Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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