«El mote de ‘poeta maldito’ reduce la profundidad de la obra de Lira»

por · Diciembre de 2016

Aunque desmiente la mitología en torno a la muerte del poeta Rodrigo Lira, Marcelo Gatica Bravo, autor de una nueva recopilación de textos inéditos —Buelos barios: boladas boludas—, cree que esta «ha contribuido a su reconocimiento».

Publicidad

«Muchas gracias, señor, por el esfuerzo que usted ha traído acá. Yo le voy a dar, por su actitud, fíjese, por su actitud, dos mil pesos», dice la mujer del jurado con tono de advertencia, agitando el dedo índice y sosteniendo con la otra mano un fajo de billetes. La orquesta del programa lanza una corta fanfarria y el público aplaude. Disfrazado con un camisón de varios colores y exhibiendo una calvicie prematura junto con unas largas patillas, Rodrigo Lira Canguilhem se acerca al micrófono y corrige al locutor que lo ha presentado hace unos minutos como editor. «Yo en realidad soy poeta», señala. Es 1981. Lira acaba de presentar en el escenario del programa de televisión ¿Cuánto vale el show? un extracto de Otelo, de Shakespeare. Tiene 31 años. Estudia lingüística y filología en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. El 26 de diciembre, el día de su cumpleaños, pondrá fin a su vida. Poco antes, en Testimonio de circunstancia, escribe: «En cualquier caso advierto/ que no tengo un gran futuro por delante/ que de repente/ puedo mandarme a cambiar/ en forma voluntaria».

Emerge el mito en torno al personaje. Se tejen historias sobre Lira, la mayoría alimentadas en base a rumores por estudiantes de literatura que transforman al escritor en la versión local de un poeta maldito. El contexto no hace más que contribuir al estereotipo: sus conflictos permanentes con una familia tradicional liderada por un padre-militar en retiro; su paso por clínicas siquiátricas; su relación de amor-odio con Enrique Lihn; la incomprensión de una sociedad sumida en el oscurantismo cultural de la dictadura y, al final de todo eso, lo más importante, la obra de Lira, tan corta e intensa como su vida. Una obra que circuló a través de numerosas fotocopias en los campus universitarios y en el reducido ambiente literario de la época pero que Lira jamás vio publicada en vida. Desde su suicidio, hace 35 años, han sido editados dos libros póstumos —Proyecto de obras completas, publicado en 1984 y reeditado en dos ocasiones, en 2003 y 2014, y Declaración jurada, de 2006— al que se agrega un tercero, publicado en octubre de este año por la Editorial Piélago, titulado Buelos barios: boladas boludas, el que contiene una serie de textos inéditos reunidos por Marcelo Gatica Bravo (Cauquenes, 1976), poeta, profesor de Castellano y Doctor en Vanguardia y Postvanguardia en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. La recopilación será presentada por su autor este lunes 19 de diciembre en la Sala Ercilla de la Biblioteca Nacional.

Fue durante la etapa de recolección de información para su tesis doctoral, en 2010, que Gatica se encontró por azar con los textos inéditos de Lira. En la Biblioteca Nacional conoció a uno de los encargados de la Sala de Archivos quien lo contactó con la madre de Lira, Elisa Canguilhem. «Lo que en un principio sería una entrevista de rutina para mi labor investigativa se transformó en un hallazgo de valioso material con el que cualquier doctorando sueña», cuenta Gatica desde Luxemburgo donde vive actualmente. «Tuve acceso a las carpetas, que contenían sus textos originales ya conocidos, material preparado para collages, fotocopias de todos los trabajos que repartía en sus recitales y una infinidad de textos utilizados para concursos literarios. También había varios cuadernos con textos fechados del año 73 en adelante». Uno de los blocks que Gatica encontró entre las pertenencias de Lira estaba rotulado como Buelos barios boladas boludas, título que eligió para el tercer libro póstumo del poeta donde algunos textos hacen alusión a la propaganda de la prensa dictatorial y a la instalación del modelo neoliberal. Uno de ellos, titulado “Agosto en la Isla del Laxa anno domine MVIIICVIII”, es un cuento-protesta escrito con ocasión de la celebración del bicentenario de Bernardo O’Higgins, organizada por la dictadura en 1979.

—¿Por qué razón te interesas en la obra de Lira para tu investigación? Da la impresión que no es lo suficientemente amplia como para que sea objeto de un estudio acabado como una tesis doctoral.

—Mi programa de doctorado estaba centrado en literatura de vanguardia y postvanguardia en España e Hispanoamérica. La primera condición para realizar una tesis en este marco fue elegir a un autor poco conocido en el contexto hispanoamericano, cuya obra estuviera situada en una línea rupturista. Lira cumplía ambas condiciones. A su vez, está obsoleto iniciar una investigación de un Bolaño, un Neruda, o un Parra, si no tienes material nuevo. Sabía que existía material de Lira no publicado, pues incluso había leído el cómic de Panchito en la tierra de la Fantasía, varios años antes de la publicación de Jorge Montealegre, como también estaba al tanto de los dibujos de Lira que tenía Óscar Gacitúa. Ahora bien, creo que la atracción de Lira se debe hasta cierto punto a que él representa un punto de inflexión en nuestra tradición literaria. Es consciente del giro de época, descree de todo lo que huela a institución o metarrelato (Neruda, Zurita y hasta cierto punto Parra). Abre los ojos en tiempos desolados. Se podría decir que es uno de los mejores habitantes del real Purgatorio.

»Otra cuestión que me interesó fue su perfil de auto-editor y en especial la forma en que diseñaba sus textos. Luchó, por todos los medios disponibles de su época, por visibilizar su obra y eso desmitifica aquella caricatura del marginado que nunca pudo publicar en vida. Roberto Merino me comentó que era una cosa de tiempo la publicación de algún texto de su amigo. Hay que recordar que el contexto editorial era precario para toda la generación del ochenta. Otra cosa que comprobé, con los originales en mis manos, fue el trabajo profesional de Lira y lo en serio que se tomó la escritura. En mi investigación tuve contacto con Antonio de La Fuente, que vive en Bélgica, y quien posee un potente blog de literatura que confirma el trabajo minucioso encontrado en las carpetas y cuadernos, dado que Lira trabajaba sus textos metódicamente, destinando varias horas diarias para pulirlos.»

—¿Estos textos inéditos suponen una relectura o resignificación de la obra de Lira?

—Si aplicamos la teoría de la recepción estética la obra de Lira es paradójica y tiende a lo inconcluso, ha sido adjetivada desde el punto de vista metapoético. Esto es cierto, pero guarda una trampa pues toda su pulsión crítica queda reducida a un gesto, a lo performativo, lo cual paradójicamente lo fagocita. Quizás uno de los rasgos más distintivos de su propuesta poética está relacionado con una forma ecléctica de pararse frente a la realidad. La importancia de este libro radica en que aborda esta condición, pues incluye diversos pliegues temáticos, como sus primeros textos breves en que ya se manifiesta la huella antipoética. Pero también aparece una arista donde Lira ataca a los medios propagandistas de la dictadura y la aplicación del neoliberalismo. El texto se titula Historiografeta: relato en prosa se/men/tada y no tiene desperdicio, así como presentamos su espectro metafísico (cuasi religioso) al más puro estilo de la New Age.

»Más que nuevas aristas en la obra de Lira, podríamos decir que se expanden los ejes temáticos ya existentes. Ya sabíamos que su voz era crítica de la realidad del país, su blanco no solo era la tradición literaria, sino la realidad política y social. Creo que muchos de sus textos, quitando los del ámbito amoroso, han envejecido, quizás a su pesar, con una fuerte carga política que evidencia las profundas transformaciones sociales que experimentó el país durante la dictadura. De hecho, la ecuación poesía y cesantía es un tema presente en su obra. No es gratuito que el día que filmaron en casa de Lihn haya escogido para leer frente a la cámara un fragmento de “Poema – u Oratoria – Fluvial y reaccionario”, texto casi ininteligible que está en Proyectos de obras completas. Lira en esa ocasión hace un descarnado análisis de la realidad social del país. Quizás es uno de los textos más explícitos y directos que se haya escrito en esa época, pues incluso enuncia la tortura. Un texto situado en esta órbita que aparece en Buelos barios: boladas boludas es “OFF The Record” situado en el día del golpe. Es un texto revelador y descarnado: ‘Sucede simplemente/ que no tengo centro/ el nockaut me dio justo al medio/ y el vacío lo abarca todo/ soy pura periferia (…)/ Me desperté con los Hawker Hunter/ los culatazos en los riñones/ me introdujeron de lleno/ en la economía social de mercado/ como vil productor de escoria/ Y aquí estamos. Poniéndole el hombro/ hasta nueva orden’.»

—Sabemos, hasta aquí, que Lira utiliza el sarcasmo y la subversión del lenguaje como estrategia de lectura de la realidad social y política de su época. A partir de los textos inéditos que tú reuniste, ¿cambia en algo esta mirada respecto a la obra de Lira?

—En Buelos barios: boladas boludas hay textos propios del Lira ya conocido, pero hemos ampliado algunos ejes temáticos rescatando por ejemplo “El final de la Era de Piscis”, un texto que se inserta en la corriente metafísica de la New Age, y otros sobre la contingencia política. Un hallazgo brutal es el anti-cuento titulado “Agosto en la Isla del Laxa anno domine MVIIICVIII”. Lira le da un giro al tipo discursivo solicitado, en este caso un concurso de cuentos en memoria de Bernardo O’Higgins, figura resignificada por la cultura autoritaria y emparentada con el general Pinochet por la tradición militar. Si O’Higgins era el padre de la Patria, y había otorgado la independencia del Reino de España, Pinochet era promovido como el segundo libertador en la Historia de Chile. Lo primero que manifiesta es la total desacralización de la figura de Bernardo O’Higgins, a través de un epígrafe situado en la portada del poema que alude al destierro del libertador a Perú, quien fue expulsado de Chile, por tener ideas dictatoriales, y de este modo realiza un guiño alegórico al régimen dictatorial de Pinochet. En suma, Lira se nutre del género narrativo cuando es utilizado con fines ideológicos y promocionado a partir de un concurso. Estamos en presencia de un cuento inviable cuya imposibilidad literaria se manifiesta en el proceso mismo de la escritura que se niega a producir una narración en homenaje al libertador general de la patria, que ha sido resignificado por la cultura autoritaria en la cual el propio Pinochet sería el depositario de esa tradición militar. Las circunstancias cotidianas del oficio escritural son el centro e interrumpen la narración y alegóricamente estamos en presencia de un autoexilio del escritor, distante al motor que originó el exilio de O’Higgins. Pero quizás el auténtico motivo de Lira es el cuestionamiento en torno a las matrices que mueven el oficio escritor y la producción de una obra. En este caso, un concurso con una fuerte carga ideológica en donde el hecho de concursar implicaría cierto compromiso político.

—La biografía sobre Lira que circula en Internet e incluso en libros recientes como Los Malditos, de Ediciones UDP (“Rodrigo Lira, el Alarido”, de Óscar Contardo), ubica al poeta en el grupo de los «escritores malditos». Sabemos que padecía una enfermedad siquiátrica, que tenía relaciones conflictivas con su familia, que abandonó varias carreras, que tenía una relación de amor-odio con Lihn. Sin embargo, se sabe poco del Lira puertas adentro: la relación con su padre militar y por lo tanto con una familia tradicional en pleno régimen de Pinochet. Da la impresión que, inconscientemente, Lira padecía los efectos de una meta-dictadura, esto es, un sistema autoritario dentro de otro: uno familiar inserto dentro de uno más general de tipo político. De hecho, en “Inserción” Lira dice, refiriéndose al golpe del 73: «Hoy ha muerto la generación de mi padre —engendradora de nuestra generación— / Poco hay que decir». Lo anterior explicaría a este personaje vagabundo, que aplana calles sin un rumbo fijo y cuyo único interés (único refugio) es el de decorticar el lenguaje, las palabras, el discurso.

—Creo que el mote de maldito, hasta cierto punto, reduce la profundidad de su obra. Pero es indudable que en una era en que se promueve el fetiche ha contribuido a su conocimiento, incluso el fallido documental realizado en el 2000. Cuando te adentras de verdad en la biografía, te das cuenta que Lira era un tipo que buscaba por todos los medios disponibles de su época integrarse al medio literario. Algo alejado de los malditos en versión original. Lo hacía a través de concursos, envíos de poemas a revistas marginales, sus perfomances en el mítico Pedagógico y en el circuito marginal de los estudiantes universitarios de Santiago. Existe un cuento dedicado a su abuela que sale en uno de las primeras publicaciones de la revista La Bicicleta. El poeta y profesor Naín Nómez me contó que en una ocasión, antes de viajar a Canadá, Lira le había pasado unos textos para ver si los podía publicar en alguna revista de exilio.

»En cuanto a la relación familiar, existe mucha caricatura amplificada sobre el padre militar. Lira nunca se escapó de casa, le fue recomendado vivir solo para tener independencia dentro de sus terapias, pero cada domingo aparecía en casa de su madre, con la ropa para lavar, y listo para almorzar, como lo haría cualquier estudiante. Leía junto a ella El Mercurio para buscar pega. Un domingo del 76 o 77, me cuenta la señora Elisa, que le sirvió de secretaria y le tecleó durante todo el día el emblemático texto “Angustioso caso de soltería”. Lo anterior no elude que hubiera problemas, como en cualquier familia que tiene varios hijos, y uno tiene condiciones especiales como se llama en jerga psicopedagógica. Lo demás es amplificar cierta vertiente cinematográfica estereotipada.»

—¿Qué rol juega el contexto político, social y artístico de la dictadura en la obra de Lira? El poeta parece ser un visitante habitual de los territorios prosistémicos y antisistémicos que poblaron la dictadura: desde su familia tradicional, pasando por las clínicas siquiátricas, las revistas y encuentros literarios junto a las élites académicas de aquel entonces y la televisión (¿Cuánto vale el show?). Lira pareciera querer habitar o colonizar estos territorios sin nunca cuajar en ninguno de ellos. Le es imposible permanecer, quedarse en un solo lugar por mucho tiempo, como si el territorio dictatorial le estuviera vedado de antemano.

—La dictadura produjo una fractura en el devenir de Chile, afectando todos los planos del tejido social. Hay más de cien escritores exiliados, algunos que nunca volvieron, como Guillermo Atías, que murió el 79 en Francia. Las universidades fueron vaciadas. Si se leen los avisos de trabajo de diciembre del 73 se ven cientos de plazas libres. Las élites académicas prácticamente no existen, salvo algunas islas de la U. de Chile y algunas universidades de regiones. Un tal Campos Menéndez escribe los bandos que lee Pinochet, organiza la cultura, trabaja en Dirac, es Premio Nacional de Literatura y, como guinda de la torta, es Embajador en España. Se dio el lujo de rechazar a María Luisa Bombal como Premio Nacional. Ese era uno de los mentores culturales de nuestra élite, que luego muere de viejo en un fundo en la Patagonia. Se elige a un profesor de Latín de apellido Oroz y a Phillips, un ingeniero que escribe ensayos de divulgación científica, como Premios Nacionales.

»Salvo las peleas de Lihn con el cura Valente no pasaba mucho en Chile, cuyo centro, como de costumbre, era Santiago. En términos históricos se produce la llamada refundación nacional de Chile, cuya transformación modernizadora neoliberal es patente hasta hoy. Lira se situó en plena desolación asumiendo su tiempo, «abriendo los ojos en medio de la pesadilla», como lo diría Bolaño. Lira se sitúa en lo que se conoce como un tercer espacio. El profesor chileno Willy Thayer se refiere a la figura del «herpes» como un espacio «en una turbulencia tópica que imposibilita las locaciones, el centramiento y la estabilización. Un lugar que no está ni afuera ni adentro». Lira se desplaza en este itinerario. No es político partidista pero su escritura es política; desdeña el gesto experimental pero experimenta con múltiples materiales para sus voladas; reniega de autodenominarse poeta pero es un editor y un manipulador del lenguaje. Habita la dictadura con una soltura increíble creando el personaje del loco Lira como lo comprobamos en “Declaración Jurada”. La madre me confesó que eligió su primera carrera porque le encantaba el teatro y porque era un gran diseñador de títeres. Incluso tenía cierto pensamiento cosmopolita y sólo salió una vez fuera de Chile, rumbo a Buenos Aires.»

»Con la caída de la poesía épica (léase Neruda) y las fisuras que Lira detectó en el sistema parriano, no le quedó más que establecer una contra-estética que lo sitúa a él como un punto de inflexión en el esquema de las influencias. Al liquidar toda la tradición de la literatura, es consciente del final de una etapa que tiene otro marco de referencia histórico y literario. Se entra a la postmodernidad, a la globalización sin haber experimentado la modernidad de forma completa, en una isla chilena en dictadura. A esta altura es casi anecdótico que Lihn haya ubicado a Lira en un Olimpo subterráneo de la poesía chilena, cuando esa era la condición del Chile en dictadura. Marchant, uno de los pensadores más arriesgados, experimentales y valientes de esa época se refiere a la ‘zona-temblor’ como lo biográfico, lo testimonial como posibilidad de estar en la desolación post-golpe, aunque fuera una instancia minúscula frente a la historia que había perdido la unidad de sentido. Lira nos dejó un claro testimonio estético de su zona-temblor. Nos queda reírnos con las parodias y, sin ellas, leerlo de cerca incluyendo aquella atrayente biografía y tomando distancia para ver qué ha pasado tras la pesadilla.»

Buelos barios: boladas boludas
Rodrigo Lira (ed. Marcelo Gatica)
Piélago, 2016
100 p. — Ref. $8.000

«El mote de ‘poeta maldito’ reduce la profundidad de la obra de Lira»

Sobre el autor:

Juan Pablo Sáez

Comentarios