Hildegard von Bingen, Doctora de la Iglesia

por · Octubre de 2012

Hildegard von Bingen por la medievalista Victoria Cirlot

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Hoy, Santa Hildegard von Bingen (1098-1179) ha sido proclamada Doctora de la Iglesia en la Plaza de San Pedro. Hildegard fue religiosa, poeta, compositora, dramaturga y científica, pero lo más sorprendente de toda su obra son sus textos visionarios.

// Todas las imágenes del Liber Scivias de Hildegard von Bingen.

Paniko.cl se une a las celebraciones vaticanas con una entrevista de Felipe Cussen, nuestro poeta místico por excelencia, a su maestra Victoria Cirlot, catedrática de filología románica en la Universitat Pompeu Fabra y editora de Vida y visiones de Hildegard von Bingen (Siruela, 2009).

Victoria Cirlot

Victoria Cirlot se encuentra en Chile gracias a una invitación del Centro de Estudios Medievales de la Universidad Gabriela Mistral. Además, este jueves 11 a las 11:30 AM dictará la conferencia “Paralelos entre colores y sonidos en Hildegard von Bingen”, en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (Román Díaz 89, Providencia).

¿Cómo conociste la obra de Hildegard von Bingen? ¿Qué tipo de impacto te provocó para que hayas dedicado tantos años a estudiarla?
—Recuerdo que en casa de mis padres había un libro con una sobrecubierta dorada en la que había un nombre: Hildegard von Bingen. Era el libro de Heinrich Schipperges que todavía conservo. Siempre me intrigó su nombre, su persona. Hasta que fundamos la colección de El Árbol del Paraíso y su nombre apareció en la lista de los autores que queríamos publicar. Y finalmente pensé que quizás podía ocuparme yo misma de Hildegard. De ella me impresionó de modo especial su experiencia visionaria y el hecho de que en la mayor parte de estudios sobre ella o bien no dieran crédito a dicha experiencia, o bien simplemente la obviaran. A mí sobre todo me han interesado sus visiones porque me han permitido penetrar en el universo de las imágenes y los símbolos.

¿Cómo fue la relación de Hildegard con la jerarquía eclesiástica de su época?
—Hildegard se opuso en varias ocasiones a lo largo de su vida a las jerarquías eclesiásticas. Logró abandonar Disibodenberg, que era un monasterio masculino, para fundar su propio monasterio femenino; defendió ante otras monjas como Tengswich von Andernach la riqueza desplegada en su liturgia, tuvo problemas con los prelados de Maguncia. Pero siempre estuvo al lado del papado en los conflictos entre el papado y el imperio, y reprendió muy duramente a Federico Barbarroja, por ejemplo. También se manifestó con toda claridad en contra de la herejía, en especial del catarismo, cuando habló públicamente ante las puertas de la catedral de Colonia.

¿Qué significa que hoy sea nombrada Doctora de la Iglesia?
—Es importante, porque supone un reconocimiento que no ha tenido lugar hasta ahora, ocho siglos después. Su obra no es solo importante desde un punto de vista teológico. Hildegard era además un ser profundamente polifacético, una creadora, una artista.

¿De qué modo sus visiones desbordaron los límites convencionales de la mentalidad religiosa de su época?
—El siglo XII tiene poco de convencional; es de una riqueza inmensa, y también diría que, a pesar de todo, de una gran libertad. Las visiones de Hildegard se integran bien en el neoplatonismo de la época, el de un Hugo o Ricardo de san Víctor.

¿Cómo se pueden vincular estas visiones con otros imaginarios visuales contemporáneos, como el surrealismo o la sicodelia?
—De la psicodelia no te puedo hablar, porque no sé nada. Pero del surrealismo, algo puedo decir. Justamente para comprender la experiencia visionaria de Hildegard me resultó muy útil compararla con testimonios del siglo XX, mucho accesibles para nosotros. Cuando Max Ernst contó cómo descubrió el collage y el frottage, lo hizo de un modo susceptible de ser comparado con la forma en que Hildegard manifestó sus experiencias visionarias. A partir de los testimonios de Ernst fui encontrando analogías entre las experiencias visionarias de Hildegard y los procesos de creación del siglo XX y en especial del surrealismo tan atento a la floración de las imágenes. Esos estudios comparativos —Hildegard von Bingen y la tradición visionaria de Occidente y La visión abierta— me han resultado muy fructíferos para comprender el fenómeno visionario.

¿Qué nos dicen hoy los escritos de Hildegard von Bingen?
—No es fácil hoy leer a Hildegard. A pesar de que existen buenas traducciones al castellano del Liber Scivias y del Liber Divinorum Operum (traducido por un equipo de académicas de la Universidad de Chile) su obra no es fácil de leer. Para mí lo más interesante son las visiones que se encuentran en esos libros, más que sus interpretaciones. En las descripciones de las visiones se asiste a la floración simbólica; en las interpretaciones, al conocimiento teológico. Con todo, de su teología destacaría su enaltecimiento de la materia y su visión femenina de la divinidad.

// Más abajo la entrevista de Cristián Warnken a Victoria Cirlot en su programa La belleza de pensar, realizada en 2011:

Composiciones de Hildegard von Bingen, interpretadas por el grupo Sequentia:

“O Tu Suavissima Virga”

“O Rubor Sanguinis/Favius Distillans”

Carta de Hildegard al monje Guibert (1175) [fragmento]

Desde mi infancia, cuando todavía no tenía ni los huesos, ni los nervios ni las venas robustecidas hasta ahora, que ya tengo más de setenta años, siempre he disfrutado del regalo de la visión en mi alma. En la visión mi espíritu asciende, tal como Dios quiere, hasta la altura del firmamento y hasta el cambio de los diversos aires, y se esparce entre pueblos diversos, en lejanas religiones y en lugares que son para mí remotos. Y como veo estas cosas de este modo, las contemplo según el cambio de las nubes y de otras criaturas. No oigo estas cosas ni con los oídos corporales ni con los pensamientos de mi corazón, ni percibo nada por el encuentro de mis cinco sentidos, sino en mi alma, con los ojos exteriores abiertos, de tal manera que nunca he sufrido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despierta, tanto de día como de noche. Y con frecuencia estoy atada por enfermedades y atenazada por fuertes dolores, hasta tal punto que amenazan con llevarme hasta la muerte. Pero hasta ahora Dios me ha sustentado.

La luz que veo no pertenece a un lugar. Es mucho más resplandeciente que la nube que lleva el sol, y no soy capaz de considerar en ella ni su altura ni su longitud ni anchura. Se me dice que esta luz es la sombra de luz viviente y, tal y como el sol, la luna y las estrellas aparecen en el agua, así resplandecen para mí las escrituras, sermones, virtudes, y algunas obras de los hombres formadas en esta luz.

Lo que he visto o aprendido en esta visión, lo guardo en la memoria por mucho tiempo, pues recuerdo lo que alguna vez he visto u oído. Y simultáneamente veo y oigo y sé, y casi en el mismo momento aprendo lo que sé. Lo que no veo, lo desconozco, puesto que no soy docta. Y lo que escribo es lo que veo y oigo en la visión, y no pongo otras palabras más que las que oigo. Lo digo con las palabras latinas sin pulir como las oigo en la visión, pues en la visión no me enseñan a escribir como escriben los filósofos. Y las palabras que veo y oigo en esta visión, no son como las palabras que suenan de la boca del hombre, sino como llama centelleante y como nube movida en aire puro. De ningún modo soy capaz de conocer la forma de esta luz, como tampoco puedo mirar perfectamente la luz solar.

Y de vez en cuando, y no con mucha frecuencia, percibo en esta luz otra luz, a la que nombran luz viviente, que, mucho menos que la anterior, puedo decir de qué modo la veo. Pero, desde el momento en que la contemplo, toda tristeza y todo dolor es arrancado de la memoria, de forma que adquiero las maneras de una simple niña y no de una mujer vieja.

(Traducción de Victoria Cirlot).

Hildegard von Bingen, Doctora de la Iglesia

Sobre el autor:

Felipe Cussen (@felipecussen) es investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la USACH y co-autor de Mil versos chilenos y Opinología, entre otras publicaciones.

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