Jake Bugg: Cabro chico seco

por · Abril de 2014

«Los que vimos a Bugg en este debut en Chile debemos considerarnos afortunados, casi unos elegidos».

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A fines de 2012 un amigo gringo andaba pegado escuchando un cantante nuevo que, según él, era realmente bueno. Un tal Jake Bugg, inglés, de dieciocho años. Arrugué la nariz, demasiada información contradictoria, porque no lograba entender que un tipo treintón anduviera escuchando a un cabro de la edad de Justin Bieber y que había nacido el mismo año en que Oasis lanzó Definitely maybe.

El caso es que, para terminar de convencerme, me dijo que escuchara la canción “Two fingers”. Obediente –y curiosa, aunque escéptica- lo hice.

Fui por más. Y no. Bugg no era otro cantante adolescente más. Para mi grata sorpresa sonaba más adulto. Me gustó. Y comprobé que la misma impresión tuvieron otros conocidos que escucharon por primera vez a este cabro de look imposiblemente más british, que mezcla folk y rock (tantas líneas se han escrito sobre sus influencias musicales de los 60 y 70’s que a esta altura suena casi a lugar común mencionarlo).

Jake Bugg

Así, el panorama de la primera jornada Lollapalooza Chile 2014 no podía ser mejor. Había ido al sideshow de Bugg la noche previa en el Club Subterráneo donde hizo una potente presentación íntima para fanáticos que cantaron todo. Pero todo. Un culto de unas 400 personas, seguramente todas mayores que él. Por lo tanto, la perspectiva de verlo en el escenario PlayStation (“el de tierra”) lucía interesante, partiendo por el hecho de verlo en un lugar más grande, al aire libre y con un público más heterogéneo y de festival.

Apareció a las 5 PM en punto, sin parafernalia, de jeans negros, polera blanca, guitarra en mano, y actitud tímida, casi vulnerable. Pero bastó el primer acorde de “There’s a beast and we all feed it”, con ese tempo y fraseo acelerados que cruza buena parte de Shangri La (2013), su segundo disco, para hacer olvidar la idea del adolescente frágil y encender de entrada a veinteañeros y sub 40 que repletaron el lugar.

“Trouble town” y “Seen it all”, ambas del homónimo disco debut (2012), fueron igual de aplaudidas, mientras que entre el público que no tenía idea quién era Bugg, pero que habían ido a verlo por “dato”, se escuchaban frases del tipo «cabro chico seco». Todos fascinados con la desfachatez y atrevimiento en la interpretación de este oriundo de Clifton.

“Me and you”, bajó un poco las revoluciones antes que “Two fingers” invitara al karaoke colectivo. “Messed up kids”, “Song about love”, “Simple pleasures”, siguieron una tras otra. Todas culminadas con una ovación cerrada, idéntica a las que arrancaron los solos de guitarra que mostró en “Taste it” y “Slumville Sunrise”.

Para el anecdotario, queda el canto de ese himno tan chileno del «mijito rico» que ni lo inmutó. Tampoco se le movió ni un músculo de la cara cuando la gente empezó con el clásico «Olé, olé, olé, Jake Bugg, Jake Bugg». Y es que lo que el inglés hizo en suelo local no difiere en nada a lo que se puede ver de él en las actuaciones por Youtube o a lo que hizo en el mismo Subterráneo. El tipo no es simpático ni parlanchín. A excepción de algunos «gracias» en inglés, de Bugg no se escuchó ni un «hola Chile», ni ninguna de esas frases de buena crianza que suelen decirse frente al micrófono. Tal vez es porque es tímido, le falta escenario o lisa y llanamente no va con él.

Da lo mismo. El tipo no te da respiro, te bombardea con una canción tras otra. Tiene solo 20 años y es tan sólido musicalmente que el resto es challa. Por eso que seguramente, tal como comentaba con una sabia amiga ligada a esta industria, los que vimos a Bugg en este debut en Chile debemos considerarnos afortunados, casi unos elegidos, porque estos shows serán casi míticos cuando el chiquillo sea una mega estrella.

Jake Bugg: Cabro chico seco

Sobre el autor:

Carola Reyes

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