Jorge González: eterno retorno

por · Julio de 2013

En algún momento el ex-Prisioneros se convierte en un tipo que siempre regresa. Él mismo encarna distintos regresos: emocionales, mnemotécnicos, geográficos.

Publicidad

En algún momento Jorge González se convierte en un tipo que siempre regresa. Él mismo encarna distintos regresos: emocionales, mnemotécnicos, geográficos. Había partido todo —una vez más— en 2010 cuando, para un festival auspiciado por una marca de cerveza, González revisitó el disco de Los Prisioneros, La voz de los 80, junto a una banda conformada por el uruguayo Gonzalo Yáñez en guitarra, Jorge del Campo en bajo y Pedro Subercaseaux (Pedropiedra) en batería. Un micro dream team que lo tuvo girando ya no solo con canciones del disco, sino que de toda su carrera hasta inicios de este año, con la accidentada salida de su disco Libro entremedio y un paso por el Festival de Viña con una presentación demoledora. En marzo pasado, González decía adiós a Chile. Sabiendo que, tal como la canción de su famoso grupo, su lugar está hoy, al menos en cuanto a lo geográfico, fuera del país.

Es en este contexto que González regresa y a nadie le importa si se ha ido hace poco o hace mucho, en el fondo porque siempre está ahí, regresando una y otra vez. En esta ocasión, el turno fue para Valparaíso, la noche del sábado 6 de julio en un repleto Teatro Municipal. Gonzalez y compañía pisan escenario pasadas las 21 horas para activar una metralleta de éxitos de la banda que lo catapultó a un privilegiado apartado en la enciclopedia de nuestra música popular. Ahí suenan “Nunca quedas mal con nadie”, “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”, “Quieren dinero” y “We are sudamerican rockers”, uno tras otro, sin tregua alguna.

La excusa es el lanzamiento de su disco Libro, y González calma un poco los fuegos para posarse tras un teclado a interpretar uno de sus destacados: “Nunca te haría daño”, que, apoyado por el tecladista Pepe Carbone, suena en medio de un tímido coro de los asistentes y unas efusivas palmas. Libro es, en cierta forma, otro retorno pero también una confirmación. En él, el músico sigue en esa cruzada borderline entre las radios AM y FM, con híbridos entre el pop y la balada latinoamericana, un disco que parece haber sido creado en una pieza vacía. Le sigue “Estrechez de corazón” o debería seguir en teoría porque algo sucede y las secuencias no parten, obligando a la banda, unos minutos más tarde, a hacer una versión casi improvisada que incluso fue un plus, por las características íntimas del teatro.

“Ámate”, el tema que abre Libro, suena como un gospel sudaca y optimista en el que González hasta se da el gusto de cerrar con falsete a la manera del mejor soulman negro y, al término, lanza un «¿quieren ska?», para presentar ese himno anti hipsters “¿Por qué no se van?”, recordándonos de pronto que Los Prisioneros fueron los traductores locales de The Clash y del rock mestizo. Al cierre, suena “El baile de los que sobran” y la galería comienza a recordar a un dictador muerto con un el que no salta es Pinochet… Otro regreso, un saludo a otra época, a otro trozo de la bandera rota que es Chile. Los Prisioneros en su contexto ochentero, uno de las pocas voces de subversión en medio del estado militar, ese que quizá muchos de los que corean en esta ocasión ni siquiera alcanzaron a vivenciar. Unos pocos, muy pocos, se avivarán y dirán: «el que no salta es Bachelet».

Al salir la banda y los rezos de costumbre para pedir que vuelvan, Jorge González regresa solo y arma un set con una guitarra acústica, suenan ahí temas de su faceta solista (“100 años”, “Hijo amado”, la espléndida “Esas mañanas”), y del disco Corazones, y es un gesto que esas canciones otrora sintetizadas y bailables suenen ahora tan mínimas, teniendo en cuenta que el pop chileno más reciente, aquel que prende velitas a esa placa, se vuelven cada vez más ágiles y pensando en la pista de baile.

Ya con banda completa, “No necesitamos banderas” es el único instante en donde el autor realiza sus ya tradicionales descargos contra la clase dominante, contra los Luksic, los Matte, Los Angelini y contra Piñera y Bachelet. Le sigue “Pa pa pa” y esos coros, tan de los sesentas, ahora por las afinadas voces del resto de su banda, acompañando el ritmo punk, le dan un evidente toque a los Ramones de su etapa producida por Phil Spector.

En el último segmento, hacen una emotiva —¿paródica?— versión de “To love somebody” de los Bee Gees, y sabemos que González es un amante de las canciones y es urgente leer esos cóvers que ha realizado a lo largo de su carrera —desde The Hollies a Violeta Parra, de Radiohead a Florcita Motuda— para entender qué nos quiere decir. Al cierre, “Sexo”. Y eso es todo. Tal como se venía dando, incluso en su paso por un festival que llevaba su nombre hace algunas semanas, no suena “La voz de los 80”, quizá el gesto más radical en este hombre lleno de gestos. El más agudo e inteligente de nuestros creadores. Uno de esos que, ya está comprobado, no solo regresa una y otra vez, sino que una nación entera no puede dejar de regresar a él y a esas canciones, tan suyas como de todos.

Foto portada: Rens Veninga.

ci
Jorge González: eterno retorno

Sobre el autor:

Daniel Hidalgo (@dan_hidalgo). Publicó los libros Barrio Miseria 221 (2009) y Canciones punk para señoritas autodestructivas (2011).

Comentarios