La mala clase, el escáner de la sala de clases

por · Agosto de 2012

Un relato de la democracia, sobre un país con sueños y frustraciones -explica la directora de la obra de teatro, Aliocha de la Sotta.

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Se estrenó en 2009 con la revolución de los pingüinos como fondo. Y ahora, en 2012, vuelve a las tablas con el movimiento estudiantil como contexto. La mala clase muestra la realidad de alumnos y profesores de colegios municipales y subvencionados, apelando implícitamente a los privados; pero además, resaltando los problemas de un sistema educacional en el ojo del huracán.

// Fotos: Corpuscritic, Stgo. a mil, GAM.

Los alumnos son personas que muchas veces no saben para donde ‘va la micro’, que viven en la oscuridad, con depresión, confusión sexual o vocacional. Así se muestran en esta obra los personajes interpretados por Paulina Giglio, Antonio Altamirano, Pablo Manzi y Nicolás Zárate: estudiantes del último año de colegio, que se dan cuenta de que han aprendido a usar preservativos, a abortar y a tener sexo; pero que la PSU no está ni cercana a ellos.

Se relacionan según lo que les convenga, son hijos del modelo económico actual y claramente no es rentable repetir cuarto medio. Por esto, en medio de toda la moralina de la edad, estarán dispuestos a hacer lo que sea por pasar de curso, aunque no hayan aprendido lo suficiente y aunque haya que manipular cruelmente a su profe.

En La mala clase, María Paz Grandjean interpreta a una docente que observa como el consumo envuelve y convence a sus alumnos, viendo en paralelo como se van al suelo todos los ideales y valores sociales que alguna vez dominaron el consciente de una generación completa.

También el bullying está presente. Las burlas y las bromas pesadas que pueden traumar, como un pollo en el pan con palta, como invitar a un compañero a una fiesta cuando esta nunca existió. Esa costumbre de ridiculizar por todo y por nada. Luis Barrales, el autor, se basó en el texto ruso Querida Elena Sergueievna de Ludmila Razumovskaja que habla de la denigración de los valores en tiempos difíciles.

Barrales en sus obras busca la marginalidad, la incoherencia, la hipocresía que forjó la sociedad de consumo. Ha escrito HS Hanz Pozo, La Chancha y Niñas Araña. Y la directora, Aliocha De la Sotta tomó este trabajo y el resultado es un teatro que causa en el espectador identificación, risas, emoción, pena y alegrías, rabia y desilusión.
“Es un relato de la democracia, sobre un país con sueños y frustraciones”, dice su autora. “Lo vemos en la profesora, en su lucha por un sistema por el que muchos dieron la vida y que le devuelve estos vándalos, y en los chicos que ven un futuro siniestro y se preguntan: ¿Es esto lo que la vida me va a dar?”.

La mala clase da cuenta de cosas tan comunes que pasan en la infancia de la mayoría y en la vida laboral de pocos. Es un complemento, un círculo completo que traslada al espectador a recordar a ‘ese’ compañero, a ‘esa’ profesora’, a ‘esas’ bromas y a ‘esos’ estados en que la vida se decide en un segundo, al ritmo de una mano que escribe una nota, un 3,9 o un 4,0. Cuando la vida, como una extrapolación del blanco y negro, se ve en rojo y azul. “¿Doy la PSU o no?”.

Última función: 22 de agosto en Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM).

La mala clase, el escáner de la sala de clases

Sobre el autor:

Montserrat Olave De la Barrera (@montseolaved)

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