Maquinaria, un festival en auxilio

por · Noviembre de 2012

Maquinaria, un festival en auxilio

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Precedido de un alto costo en las entradas y las posteriores promociones (40% de descuento si apoyas a tal causa y un 2×1 de emergencia), el festival Maquinaria de este año quedó atrapado en los márgenes de la industria del espectáculo actual: la aparición y mayor visibilidad de nuevos compartimentos, antes invisibles de la música popular, en paralelo a la proliferación de grandes y medianos festivales, cada vez más numerosos, pero cada vez menos masivos.

// Por Gonzalo Silva • Foto portada: UPI / Óscar Órdenes.

Me explico: llama la atención que, por ejemplo, shows que debieran ser ruidosos —como el de Madonna o Lady Gaga— no hayan agotado las entradas aún.

Esto se puede explicar, entre varias hebras, en una etapa de acomodamiento y transición, en donde los shows profesionales mezclan tanto equipos de primera categoría como recintos cómodos y al alcance del promedio de sus espectadores, brindando experiencias a la altura de cualquier región del planeta, en desmedro de productores que cancelan conciertos a última hora o simplemente los retrasan por problemas de logística.

Sábado, 18 horas. Aterrizamos tarde al recinto ubicado en el Club de Campo Las Vizcachas de Puente Alto. El cartel era auspicioso, pero encontré que había mucho relleno. La confirmación: el ambiente estaba plasmado por poleras de Kiss y Slayer. Las caras de los niños pintadas a lo Paul Stanley (Kiss), eran el aviso de que la jornada del día sábado tenía un solo dueño.

Comenzamos por Stone Sour. Chascones por todos lados, el líder de Slikpnot Corey Taylor agradecía constantemente a sus fanáticos. Lúcido en su interpretación, agudizaba cada sentido del que tuvo la oportunidad de verlo. Las cervezas se vendían como oro sólido alrededor. Como dato, la lata de una importante distribuidora chilena costaba dos mil pesos. Un robo.

Pese a la amenaza de lluvia del día anterior, acá el calor se hace desesperante. Temas como “Gone Soverign” y “Absolute Zero” abrían la jornada con un sonido desgarrador. La cercanía con el público fue un factor para que se creara un clima cómodo. Y mientras el show transcurría, las cervezas se acaban.

De paso, se vino todo al carajo con “Monolith”, en una furiosa versión, pero el momento emotivo fue cuando Taylor —con guitarra en mano— interpretó “Bother”. La emoción lo desbordó. Las lágrimas caían y era para creerle.

De pronto, los hermanos Cavalera aparecieron en el show de Stone Sour aplaudiendo la honestidad del vocalista. Una hora veinte duró su show, donde recorrieron casi toda su discografía y temas de su última placa The House of Gold and Bones, Vol. 1. El chancho estaba tirado.

Happiness is a warm gun, Manson. El calor ya venía en descenso —¡por fin!—. La luz solar se escondía de a poco y a eso de 19:30 aparecía uno de los platos más fuertes y un show al que no se debe decir que no.

Ahí estaba Marilyn Manson, de quien no se sabe qué pasará con él sobre el escenario. Es una caja de sorpresas. La última presentación de Manson en Chile fue hace quince años y debutó en la Pista Atlética del Estadio Nacional. Mi prima me contó que mostró el poto en medio del recital.

Ahora sale a escena con un peculiar traje de látex y arranca la ceremonia con “Hey, Cruel World…“, junto con “Disposable Teens”. Cambiaba constantemente de traje. Aparecía con un abrigo peludo blanco y el soporte del micrófono no era precisamente un atril, sino que un cuchillo cocinero. Rompía una lata de Heineken con su micrófono. Por varios minutos fue dueño del recinto. Continuó con “The Love Song”, “No Reflection”, “mOBSCENE”, “The Dope Show”. Con Manson entre una lluvia de banderas, cervezas y hasta sostenes, que en algún minuto se colocó en la cabeza.

Recita a los Beatles con fragmentos de “Happiness is a warm gun”, para rematar con temazos como “King Kill 33°”, “Antichrist Superstar” y su súper hit “The Beautiful People”. El recital del día sábado cumplió con las expectativas de la gente, pero no fue asombroso. Una regularidad que tuvo buena acogida en el público dentro de todo.

The punk is not dead. Por la venta de cervezas dentro del recital, aparecían los tipos dando la hora, con la mitad de la cara mezcla de saliva y tierra. Y se dispersaban. La oferta a la vista era la siguiente: Slayer liderados por Tom Araya, el frontman de Deftones, Chino Moreno con su Dj Set, y uno de los sobrevivientes de The Ramones, Marky, acompañado del ex vocalista de Misfits, Michale Graves, más dos músicos de apoyo.

La opción era el punk.

Lo cerca que estaba de la venta de cerveza acentuó más el slam que se produjo con la aparición del ex Ramone. Bajo una nube de polvo café, empujones al vuelo. Tipos haciendo el típico pogo mientras corean los temas. Un setlist mezclado entre The Ramones y Misfits, que dejó a los pocos asistentes contentos, pero con gusto a poco. “Faltaron más tema de los Misfits”, gritaba una mina pasada de copas.

El recital de Marky Ramone’s Blitzkrieg fue un ambiente de poca gente, pero enfervorizada. El puntapié inicial con “Rockaway Beach” del álbum Rocket to Russia y escrita por el fallecido bajista Dee Dee Ramone, continuó con “Teenage Lobotomy”, “Do You Wanna Dance”, “I Don’t Care” y la desbordante y ruidosa “Sheena Is A Punk Rocker”. Habían pasado cinco temas y doce minutos desde que comenzó el show.

Ambos mantenían la vitalidad y la lucidez del punk.

El recital era la fiesta perfecta. Sonaba “Gimme Gimme Shock Treatment” y esta fue la previa para el clásico de The Ramones “Rock ‘N’ Roll High School”. Era una ovación. Continuaban con “Judy Is A Punk” y “The KKK Took My Baby Away”, “Pet Sematary”, “I Believe In Miracles”, “I Wanna Be Sedated”, donde el ex frontman de Misftis se bajó del escenario y se acercó a la reja de seguridad para corear “Do You Remember Rock ‘N’ Roll Radio”.

La vitalidad, el éxtasis y la tierra formaban una ecuación en que se describía un momento único. Eso se agradece.

22.30. Nos movemos de escenario a la espera del gran ícono del hard rock estadounidense. Kiss. Era sabido por muchos el show que traían las cartas fuertes de este festival. El ambiente estaba propicio para lo que podría ser uno de los mejores shows del año en nuestro país. Kiss responde a los cánones de cómo saber mover la pelota dentro del negocio del entretenimiento. Un aparataje de otro nivel, pocas veces visto en Chile.

Nos pusimos cómodos para ver el show junto a treinta mil personas —según Carabineros— que esperaban a la armada formada por Gene Simmons, Eric Singer, Paul Stanley y Tommy Thayer.

Stanley, guitarrista de la banda, toma el micrófono para inaugurar su show con “Detroit Rock City”. Y continuaban con “Shout it loud” y los espectadores aplaudían, saltaban. Jamás cayó el entusiasmo, ni siquiera en los temas de su nuevo disco.

Fuegos artificiales, Simmons paseándose por toda el área. Un escenario casi en el techo. Era el puto amo, como en todos los shows de la banda. Un buen sonido marcaba la diferencia. Completamente nítido.

Para cerrar la fiesta, los neoyorkinos se rajaron con clásicos como “Love Gun”y “Black Diamond”. Y para finalizar, entraron con la clásica “Lick It Up”. La noche se vino abajo con “I Was Made for Lovin’ You” y el remate de su himno “Rock and Roll All Nite”.

La fanaticada se iba feliz a su casa con un show pocas veces visto en Chile. Pero antes, la salida fue un infierno. Los treinta mil que quedaban salían como sardinas. El peligro de caídas estaba a la vista. Desde que uno salía del recinto hacia la carretera, se transformó en una procesión. Caos total.

Domingo, 16 horas. El calor se vuelve una cosa de locos. Nos dirigimos a ver al gipsy punk de Gogol Bordello. Eugene Hütz, su frontman de origen ucraniano, estaba loco con la gente. Esa combinación de cumbia/gipsy era un delirio hirviendo bajo un sol vertical.

Quizás por eso no soltó nunca una botella de vino que lo tenía más que feliz. Es que claro, según Rolling Stone, su álbum Transcontinental Hustle (2010) los menciona como una de las agrupaciones más visionarias a la hora de hablar de fiesta y hueveo. Punto para los generosos y variopintos topless que se dejaron ver en las primeras filas, una tendencia que debería trasladarse a otros festivales también.

Posteriormente, fue el turno de Slash, que tocó casi un 90% de temas de su ex banda Guns n’ roses. Y es que Saul Hudson venía con una banda potente de soporte. Y como no, el vocalista era ni nada más ni nada menos que Myles Kennedy, que destacó con su imponente voz, que sacó aplausos entre los clásicos de los Guns y Velvet Revolver.

Temas como “Nightrain”, “Mr. Brownstone”, “Sweet Child O’ Mine” “Slither” y cerrraron con la apoteósica “Paradise City”. Cabe destacar el solo que se mandó el ex colega de Axl Rose en el último tema. Monstruoso.

El calor seguía matándonos y los carros tiraban agua para amenizar y hacer barro. En la carpa Alex Grey, estaba el chileno campeón de free style de Red Bull, que ayudó a pasar el fuerte calor. Club Las Vizcachas fue un buen lugar, pero a la organización del evento se le fue de las manos algunos detalles.

Un par de pasos más allá y con retraso salía a escena Jorge González. Estaba con todas las pilas cargadas y contaba con una banda de lujo: Gonzalo Yáñez en la primera guitarra y coros, Jorge del Campo en bajo, junto con Pedropiedra en batería y voces.

El show del ex líder de Los Prisioneros repasó gran parte del repertorio de su ex banda. A ratos, hacía guiños a sus composiciones a nivel solista (“Una casa en el árbol”, “Fe”). El resto fue hit tras hit. Esta vez, el puto amo era el frontman de Los Prisioneros.

González se sentía cómodo y repetía su discurso de apoyar a la música nacional. A ratos, el sonido chocaba con el de la carpa de Alex Grey. Podías escuchar a Jorge González cantando; Deftones de fondo y un sampleo de música electrónica. Existiendo miles de metros para acomodar los distintos escenarios.

La definición para cerrar este festival que partió muy inflado era de amplio varieté: Calle 13, el rave inglés de The Prodigy y la sicodelia empirista de los chilenos de Aguaturbia.

Por lejos, ganó la última opción. Es que la escuela armada por Denise y Carlos Corales ha mantenido la sicodelia reinante de fines de los 60´s y su sonido y virtuosidad sigue intacta. Clásicos como “Rollin and Tumblin”, “Alguien para amar”, “Waterfall” y la mística “E.V.O.L.” lograron encapsular y retroceder en el tiempo a los cientos de fanáticos que se mantenían viendo a estos viejos rockeros. De ensueño.

Maquinaria, un festival en auxilio

Sobre el autor:

Gonzalo Silva Mery (@radiomaan) es estudiante de periodismo, adicto a recitales y guitarrero por vocación

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