Murió George Martin, el quinto The Beatles

por · Marzo de 2016

George Martin fue el más estrecho colaborador de The Beatles y un aporte a la experimentación en el rock: imaginó los discos como obras de arte en sí mismas.

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En lo estrictamente musical, George Martin fue el más estrecho colaborador de The Beatles, aunque también en lo extramusical dejó su impronta: era el que ponía orden cuando experimentaban con alucinógenos en los ratos muertos en el estudio. «Si hubiera tomado drogas en esos tiempos —contó el productor en una entrevista—, dudo que tuvieran los discos que tienen ahora».

Arreglador de oído experimentado y productor de la mayoría de la discografía del cuarteto, su nombre no aparece solo en Let it be, a cargo de Phil Spector.

Para reconocer a Martin, basta con repasar el clímax orquestal de “A day in the life” o el solo de piano de “In my life”, arreglado en la mesa de mezclas para agregar un pasaje barroco a Rubber soul, «el primer disco en presentar unos nuevos The Beatles al mundo», como dijo en una entrevista. Ese fue tal vez su mayor aporte a la banda, añadir un nivel más a la experimentación en el rock: imaginó los discos como obras de arte en sí mismas.

George Martin tenía 17 años de diferencia con George Harrison, el más joven de los músicos, y un aspecto de aviador o de discreto hombre de la BBC, empleos que desempeñó antes de entrar en la discográfica EMI. Culturalmente, era ajeno al universo del rock: su experiencia como productor se limitaba al jazz, la música clásica y el humor.

Socialmente, fue hijo de la clase media londinense que poco tenía que ver con los cuatro muchachos del proletariado de Liverpool. Su estilo de vida era más bien convencional: en El verano del amor (Milenio), el libro donde revela la interna de la grabación de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, reconoce su desconcierto cuando intenta ocuparse de un John Lennon alucinado. «Lo que necesitas es respirar aire fresco», cuenta que le dijo, sin comprender que está viajando en LSD y que no es buena idea subirlo a una azotea.

La formación clásica de Martin, había estudiado piano y oboe, sirvió para que The Beatles no se extraviaran cuando ampliaron el formato de bajo-batería-guitarras: podía traducir las intuiciones de Lennon y McCartney, añadiendo un cuarteto de cuerda, una sección de metales o toda una orquesta sinfónica sin que se advirtieran las costuras. Y compartía el entusiasmo de los de Liverpool por la exploración tecnológica.

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El verano del amor describe minuciosamente sus técnicas de grabación. En 1967, el mundo se asombró de que los Beatles hubieran pasado 700 horas escribiendo Sgt. Pepper y de su alto costo (unos US$35 mil de entonces). Esas cifras no asustan a las superestrellas actuales, pero todavía impresiona recordar que el disco se hizo en cuatro pistas, utilizando métodos manuales e ingeniosos para elaborar los pasajes más experimentales (Martin menciona que los técnicos de Abbey Road se ponían batas blancas para trabajar).

The Beatles rompieron las reglas de lo que se podía hacer con el rock en una industria jerarquizada y conservadora. Llama la atención que, obligados a utilizar otro estudio de grabación, no pudieran contar con su ingeniero habitual, empleado en exclusividad en Abbey Road. En 1965, Martin hizo cuentas, descubrió que sus producciones habían generado ganancias millonarias y pidió una bonificación, para compensar lo exiguo de su sueldo: le fue denegada y se fue para fundar la productora Associated Independent Recordings. En adelante, EMI tuvo que contratarle para cada proyecto, tras negociar los correspondientes adelantos y porcentajes.

Esta madrugada conocimos la noticia de la muerte de George Martin, quien tenía 90 años.

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Sobre el autor:

Felipe Ojeda (@paniko).

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