New Order: la música de las habitaciones de la infancia

por · Diciembre de 2011

New Order: la música de las habitaciones de la infancia

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Reseña de la pasada de Bernard Sumner y los suyos por el Arena Santiago. New Order en Chile, según el oído del escritor Álvaro Bisama y la mirada de la fotógrafa Carla Mc-Kay.

// Por Álvaro Bisama • Fotografías: Carla Mc-Kay.

Lo que importa: siempre fue New Order.

No Depeche Mode.

No OMD.

New Order.

Eso.

***

En el Arena Santiago, New Order toca “Crystal”. La gente baila. Han apretado el lugar: el Arena Santiago está más comprimido que antes. Más gente en menos espacio. Desde la cancha, Bernard Sumner se ve cansado y elegante. Yo he esperado esto por años. Por décadas: pensé que se separaron pero volvieron. Ninguna banda pop que se precie deja de volver: cuando sus integrantes se mueren, los zombies o los hijos toman su lugar. Eso no pasa acá aunque se note que son demasiados años rodando. Bernard Sumner tiene la voz de un náufrago que sabe que su poesía es ruda y áspera. Tiene algo de cliché. Peter Hook no está. Ese bajo se echa de menos. Eso es un asco: a la memoria que se reconstituye ahora le falta ese bajo, es una pieza faltante que todos completan en su memoria.

El público es en realidad el bajo de Peter Hook.

***

Ahora mismo, New Order suena como sonaba la música del futuro que tratábamos de imaginar cuando éramos niños o adolescentes.

***

Ah: acá está todo el mundo.

***

Nunca me gustó “Blue Monday”.

O me gustó menos que las otras canciones.

Suena demasiado a Don Francisco.

***

Salgo de la cancha. Me encuentro con un compañero de la media comprando cerveza. Me habla de la reunión de veinte años del egreso.

El colegio era una mierda.

Mi compañero se ve bien. Tiene pelo: ha sobrevivido bien estos años. Él escuchaba New Order cuando éramos chicos. Me acuerdo de él así: vestido de negro en la remota década del ochenta, coleccionando casettes donde venían las versiones remixes de todos esos temas.

Luego suena “Bizarre love triangle” en el escenario.

Y me pongo a bailar y ciertas cosas se traspapelan porque no entiendo por qué carajo esta canción viene al medio del setlist y no al final y me doy cuenta de que para estos tipos no es tan importante y para mí sí y está en ese lugar donde están ciertas canciones perfectas y entiendo que lo que pasa con la canción es que no es un big hit de cierre porque es algo triste y algo idiota y su letra parece el argumento de una película boba y no es un himno sino apenas el boceto de las imágenes de algo que se rompe o algo que se arregla y me doy cuenta de que Bernard Sumner la canta de modo increíble pero es acá donde su voz muestra algunas grietas y esas grietas son las mismas que hay en mi memoria y recuerdo los casettes de mi viejo compañero de curso, casettes de cinta de cromo donde estaban esas versiones que se extendían hasta el infinito y ese sonido es el sonido de los tiempos muertos de un país completo.

Y grito la canción y mi voz se pierde con la voz de todos y entre todos apuntalamos a la de Sumner, que canta por nosotros.

***

Porque New Order suena como si Chile fuera Manchester. O un recuerdo falso de Manchester, un capítulo del Doctor Who donde Manchester quedaba cerca de Ñuñoa, a metros de la Plaza Italia, a centímetros del Parque O’Higgins. New Order toca acá de esa forma, con ese estilo. Con ese garbo. Porque por ahí pasa “True Faith” y “Temptation” y Sumner canta como si fuera un sobreviviente, como si le diera lo mismo estar acá, como si en realidad eso fuera lo único posible por hacer. Porque Sumner está viejo, su voz ya no es lo que era, se mueve menos y quizás es eso lo que nos gusta de New Order, la sensación de que crecimos con ellos, de que nunca abandonaron el barrio, de todos sus viajes solo los devolvieron a sí mismos. Porque New Order no luce como una banda de rock, sino como otra cosa más seria y cercana. De este modo, la pista de baile se vuelve un espacio íntimo y por los parlantes suena lo que sonó alguna vez en nuestras audífonos y que ahora recordamos sin una pizca de nostalgia.

Porque no hay nostalgia acá.

Nada.

No hay nostalgia en “Blue monday” que abre el bis y donde todos bailan y saltan y la canción vuelve al público y se libera del imperio de Don Francisco y su versión torcida del breakdance, del sonido de las teles emitían de modo eterno “Sábados Gigantes” y parece compuesta y grabada ayer aunque todos -el público, la banda, el país completo- la hayan escuchado mil veces porque ya no se trata de nada salvo de la canción y del momento, de ese sintetizador que nadie puede emular esa postal veraniega -una postal veraniega sobre un balneario trash como Ibiza, como Reñaca- sobre un amor que solo sabe hacer daño, que solo sabe perderse en una lejanía.

Y así termina.

***

O no.

New Order cierra con “Love will tear us apart”.

Joy Division.

Y seguimos bailando.

Y nos vamos al diablo.

Y somos felices y eternos.

New Order: la música de las habitaciones de la infancia

Sobre el autor:

Álvaro Bisama (@alvarobisama) es autor, entre otros libros, de las novelas Caja negra (2006), Música marciana (2008), Estrellas muertas (2010), Ruido (2012), El brujo (2016) y el volumen de cuentos Los muertos (2014).

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