Tetas y toros en San Fermín

por · Julio de 2013

Correr mano nivel dios es el nuevo deporte extremo en Sanfermines, la fiesta española conocida por los toros, el mal vino y los encierros —y quizá muy pronto por las tetas.

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Llegué a los descuentos del Sanfermines, la fiesta de los toros en España. Pensaba mostrarles con una gopro cómo sería escapar de una manada en pleno encierro, pero —modificando la lengua popular— dos pezones tiran más que una yunta de toros. Estos son los hechos.

La postal es más o menos así: callejuelas estrechas y de piedra, un mar humano de europeos y turistas ebrios. El aire pesado, el calor de Santiago en verano, y litros y litros del peor vino posible en el piso en los cuerpos en la nariz en la mente.

Eso es Sanfermines, en Pamplona, España. Una ciudad medieval hecha mierda, convertida en carretera para una manada de toros furiosos. Y fiesta. Nada que no haya visto el bueno de Hemingway en The sun also rises (1926).

Esta otra imagen es distinta. Media tarde, un calor de locos, la barra brava escupiendo testosterona. Como en un concierto de rock, una rubia sobre unos hombros grita «Gora San Fermín» y muestra sus pezones rosados, por supuesto empapados en vino, y como moscas sobre mierda un mar de brazos se levanta para manosearla.

Doris (nombre ficticio) dice que por eso no toma una gota de vino entre el 6 y el 14 de julio, la semana que dura esta demencia. «He visto a chicas que les quitan la ropa y las manosean, pero también las que se sacan la camiseta porque les apetece».

No es difícil repetir cualquiera de las dos escenas durante Sanfermines. Cada cierto tiempo una chica muy borracha es levantada y acto seguido manoseada y hasta desnudada en una verdadera orgía al aire libre.

Más allá, otra chica muestra sus pezones con la cara llena de risa y a los segundos aparece el mar de manos.

«Sin tetas no hay Sanfermines», aconseja el conserje de la pensión Sarasate. «Nadie las obliga a ellas a levantarse la camiseta».

Algo huele mal y no son las bostas ni el pamplonés promedio pasado a fiambre.

Según la revista La Haine, en Sanfermines hay un promedio de 3 violaciones por año. Pero los medios españoles grandes muestran fotos de los manoseos como algo divertido y simpático. ¿No será mucho?

Al principio, es gracioso y es verdad, da como risa. Pero después, no dan ganas de volver acá con tu mina.

Soy cero heteronormativo, puritano y amor romántico, pero una cosa es que las minas muestren las tetas —lo que está muy bien (¡aguante Maquinaria!)— y otra muy distinta es que un mar de acosadores se empuje por manosearlas y romperles la ropa y el pundonor.

Seguramente son los mismos que escapan de los toros para, en algún descuido de las bestias, rebanarles las orejas y la cola y torturarlos hasta matarlos. Total, parecen decir, es tradición.

Sin tetas no hay Sanfermines, es verdad. Pero no sean huevones. O van a terminar perdiéndose esto.

Tetas y toros en San Fermín

Sobre el autor:

Santiago Tagle

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