Los dibujos de Toto Duarte

por · Julio de 2016

Toto Duarte es una de las ilustradoras que estarán el próximo 3 de julio en la cuarta edición de Feria de Rayas.

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Toto Duarte (24) es ilustradora y editora, vive en Valparaíso y tiene una gatita de suave y frondoso pelaje que se llama Nina, la que se mueve por la habitación y araña una cartulina celeste mientras Macarena Ternicien mastica chicle y arma una soft box para la sesión fotográfica. Las tres se congregaron en la pieza con una misión: hacer un registro de portadas y páginas de Saudade de un astronauta, The little book of random stuff, Algo dentro se vuelve azul y Este es el lugar, que son solo algunos de los libros que forman parte del trabajo autodidacta e independiente de Duarte, quien de repente se pone de pie y coloca en la ventana una tela black out improvisada, tapando la vista al mar y al amplio patio que recibirá el próximo 3 de julio a otros ilustradores, artistas gráficos, editores y tatuadores en la cuarta edición de la Feria de Rayas, una jornada que ha organizado desde el 2015 colaborativamente en La Finca.

«En el interior de la casa van a haber seis tatuadores en dos piezas —dice Duarte— y además va haber otro espacio disponible donde van a estar expuestos los flashes y diseños para que la gente pueda elegir qué dibujarse para siempre en la piel, y en el exterior van a haber muchos stands de artistas más un escenario con música en vivo».

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Las tazas de té llegan en bandeja y aterrizan en el escritorio contiguo a una cómoda coronada por un frasco de vidrio lleno de chapitas cuáticas, monos antiguos del McDonalds, pistolas de agua Kapo y unos juguetes de plástico de Rugrats. Más arriba, en la pared, que no es la que tiene un póster gigante de Dentro del laberinto, un calendario encasilla compromisos escritos con plumón azul, y Toto dice: «Debería empezar con julio», mes que considera su participación en Dibujar y Contar, un taller que impartirá a escolares entre 14 y 18 años, a realizarse en Balmaceda Arte Joven el 19 de julio, además de su presencia el 9 de julio junto a Galope Ediciones en EMA 2016 (Encuentro de microeditoriales arcos), donde presentarán una nueva edición: un libro para colorear sobre cosas que acontecen en el espacio.

«El primer taller lo hice con una amiga el 2014 en el Puerto Blanco, un café que había antes en Valpo. Fue una serie de tres sesiones y enseñé acuarela, acrílico y tinta china. Pero no me siento profe en verdad, para nada…», dice Duarte mientras desenvuelve un chicle.

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«Siento que mi rol —explica Duarte—, cuando hago workshops de dibujo, es guiar y compartir. Por ejemplo, yo creo que jamás le voy a enseñar a alguien a dibujar, cachai, porque eso es una decisión y un acto individual, muy íntimo. Lo que sí puedo hacer es enseñar a entender, a saber qué herramientas puedes ocupar, o a encontrar formas personales de llegar a hacerlo, como un ejercicio que debe implementarse por parte de cada integrante del taller. Siempre me encuentro con personas que están interesadas en dibujar y en entender la ilustración, y yo los incentivo a que se observen ellos mismos y así cosas muy pequeñas que les llamen la atención pueden materializarlas y concretarlas en un dibujo, en un pequeño cómic, o en lo que quieran».

Y en tu caso, ¿cuáles son esas cosas que rescatas como fuente de inspiración para tus ilustraciones?

—En un principio, cuando empecé a involucrarme en el mundo de la ilustración, como el 2011, dibujaba otro tipo de cosas. Mi rollo era graficar elementos que me gustaban y temas que me parecían interesantes de compartir; caleta de cosas que tenían que ver con el amor, con la amistad, con el funk, con la música en general, personas y seres que me llamaban la atención. Se notaban mucho mis referentes… Siento que lo que dibujo ahora en el presente me cuesta definirlo, tengo muchas libretas en las que voy anotando cosas que me van pasando en el momento. Por ejemplo, si ahora no estuviese pendiente de las fotos que está sacando la Maca probablemente estaría en la cama dibujándola a ella, o la situación. Lo que hago ahora es una especie de croquis de espontaneidad, de situaciones al azar, del momento. Lo que hago harto es anotar frases y diálogos con una carga emotiva o circunstancial valiosa para mí, también secuencias de gestos, de cosas que pasan y luego eso lo transformo en una especie de cómic corto.

¿Cuáles son esos referentes que tanto se te notaban?

—En realidad, mis referentes son mis amigos, porque podría nombrar a Robert Crumb o algo, pero en realidad mi mayor fuente de motivación es mi círculo de amigos y las cosas que nos van pasando. Me encanta juntarme con la Sofía, con la Coni, la Cata, con el Papo y ver sus libretas, sus trabajos.

Saudade de un Astronauta

Saudade de un astronauta (2015) es súper emo, si hasta parte con una cita de la Alejandra Pizarnik. ¿Ese corresponde a la primera etapa?

—El Saudade… es triste, pero muy real. Es la representación de un momento álgido de conflicto y quiebre interno por el que pasé, onda como cuando terminaste con alguien y quedaste pa la cagá. Cuando lo hice de verdad estaba muy triste. Tenía mucha pena y fue la mejor forma de desahogarme, porque intenté hacer hartas cosas; yoga, meditar, y nada me funcionaba, así que fue como «ya, voy a dibujar», y el libro era una libreta con muchos dibujos, muchos que descarté igual porque sentía que eran demasiado íntimos. Decidí publicarlo porque muchos amigos me decían «Toto, esto es un libro. Deberías publicarlo, y vai a cachar que a la gente le va a gustar». Así que lo sacamos de la mano de Galope, una editorial que armamos con dos amigas, la Cata Bodoque y la No Sofía. Saudade de un astronauta podría ser una canción, podría ser una película o podría ser un libro escrito. A mí me salió dibujando y fue bacán la recepción; me pasó caleta que la gente lo compraba y después me decía «oye, sabís que leí Saudade… y quedé pal pico», «oh, a mí me pasó eso», «oh, yo me he sentido así».

Toto estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Valparaíso, pero se salió antes de terminar. Como ilustradora freelance ha participado en Festilus: Feria de Ilustración (Centro Cultural Palacio La Moneda, 2015), Furia del Libro (Centro Cultural Gabriela Mistral, 2015) y FILSA (Festival Internacional del Libro de Santiago, 2015), colaborando también en proyectos de animación, revistas y libros de Colombia, Australia y Argentina.

Autoeditando y autopublicando forma en sus inicios Sex Oculus, junto a Mad Antonia y Javi Marambio, un pequeño colectivo de fanzine, arte y funk.

«Igual ahora me pasa que quiero terminar alguna carrera —dice Duarte—, pero solamente por una cuestión de pega, porque me ha pasado un par de veces que me invitan a trabajar en un proyecto y me piden el portafolio, el currículo cuando llegamos a los estudios, y es como ‘pucha, no he terminado la u’ y la respuesta inmediata es ‘entonces no, no nos sirves’. Cuático, cachai. Me siento como un producto.»

Igual viendo tus dibujos me acuerdo un montón de Doug Narinas y del mundo Nickelodeon. ¿Lo consideras un referente poderoso en tu trabajo?

—Me encanta Doug, y los 90’s en general, Real Monsters, Kablam. Tengo una hermana 12 años menor que yo y alcancé a ver los monos que ella veía en la tele. Lo único bueno que vimos era Charlie y Lola, lo demás era una basura; unos monos con unos diálogos y unos guiones tan malos en comparación a lo que pasaban antes en Nickelodeon o Cartoon Network, donde de verdad se desarrollaba tan bien el tema de la amistad, de apañar. Hey Arnold es la cuestión más poblacional y calleja que existe: un cabro chico huérfano que vive con sus abuelos. Muy de mi primer colegio. Yo tenía compañeros que vivían con su abuelita mientras sus papás trabajaban en Santiago, y que les mandaban plata. O no sé, Gerald, que es como el amigo rapero, es muy representativo. Esos monos mostraban reales patrones sociales… El Niño Chocolate, el Chico del Pórtico. Es realmente hermosa esa serie, y su música también; Jim Lang es el manso compositor. Los atardeceres, las personalidades… todo está super bien armado.

¿Y cómo conociste a Nina, tu gata?

—La Nina llegó porque pillamos un ratón y nos urgimos porque se metía a una pieza, así que decidimos como casa buscar una gatita y la mamá de un amigo conocía a los dueños (o a las antiguas personas que tenían a la gatita), y la trajeron y me adoptó. Bueno, yo igual la busqué harto los primeros días tratando de que se sintiera cómoda, pero se meó en mi pieza, se meó en mi cobertor, casi como diciendo «te amo y este va a ser mi lugar de aquí en adelante». Creo que me voy a hacer cargo de ella por lo que quede de nuestra existencia, así que bacán. Y tuvo muchos nombres… antes se llamaba Guachupé. Na’ que ver.

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Los dibujos de Toto Duarte

Sobre el autor:

Valentina Peña

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